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martes, enero 02, 2007

Maldiciones Familiares

Una de las cosas que más extraño de vivir con mi hermana son las largas charlas fumando y bebiendo café mientras descomponíamos el Universo.
Basadas en las mitologías y leyendas clásicas y urbanas, en nuestras observaciones diarias de la vida y en nuestros contactos con la psicología, tomabamos ideas ajenas y las reordenabamos en un modo que nos explicara el comportamiento humano y, por supuesto, nuestro propio comportamiento.

Joder, tuvimos nuestros ratos malos y amargos, pero... ¿Acaso no fueron tan grandiosos como los buenos? ;)

Si bien ya no hablamos tanto como hace diez años, todavía recordamos muchos de los descubrimientos que hicimos en aquella época. Y de vez en cuando charlamos lo suficiente para añadir un nuevo dato a una de nuestras hipótesis, e incluso crear alguna nueva.

Todavía me gusta mucho su manera análitica: directa, segura, precisa. Como un bisturí manejado por una mano experta. Práctica.
Yo suelo ser más desordenada: aplico la "asociación libre de ideas". Voy dando pinceladas aquí y allá. Me gustaría pensar que soy más poética ;P

Una de las hipotesis favoritas es la de las "Maldiciones Familiares". Ya no recuerdo si la idea germen era de alguien más o si surgió en una de esas conversaciones. Lo que sé es que la hicimos nuestra, y que la aplicamos con bastante éxito.

Con "maldiciones familiares" -cuyo nombre nos remite a hechizos mágicos- nos referimos a las pautas de comportamiento que heredamos de nuestros padres, quienes lo heredaron de sus padres, y así sucesivamente, ad infinitum.
Al ser actitudes vividas e internalizadas desde el nacimiento, llegamos a expresarlas de manera inconsciente y nos encontramos tan ciegos ante ellas como estamos sordos para percibir el acento propio de nuestro núcleo familiar.
Actuamos así, como en los cuentos de hadas, bajo un encantamiento prácticamente imposible de romper, aunque su firmeza tambalée cada vez que choca con una realidad ajena a la conocida. Cualquier extraño puede hacer la función de "principe" y despertarnos. Cualquier acto nuevo a la rutina familiar puede suplir el beso del cuento y despertarnos.
Pero, lo más terrible de esto, es que la "maldición" llega a arraigarse de tal modo en nosotros, que nos convertimos en sus cómplices y le ayudamos a mantenerse en pie ante cualquier intento de fractura.
De alguna manera, y usando la distinción de género como símbolo, todos somos en alguna parte de nuestro ser las princesas dormidas o presas que ya ni siquiera esperan ser rescatadas, sino que resignadamente cumplimos con las órdenes de la bruja-tradición familiar inconsciente.
De alguna manera, también somos el dragón, el muro, la zanja y todos los obstáculos que tiene que sortear el príncipe para rescatarnos.

Redeondendo (que ya me inspiré y me fuí por la tangente), las "maldiciones familiares" no son más que los paradigmas destructivos que cada quien vive inconscientemente a diario.

Supongo que los paradigmas constructivos podrían ser las "bendiciones familiares". O que cada paradigma puede ser destructivo o constructivo según el momento en que se aplique.
Pero esto es parte de una conversación que aún está pendiente =D

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