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domingo, noviembre 12, 2006

Los Domingos



Pues no voy a referirme a un grupo de rock, ni de rancheras, ni de reguetón. No se emocionen mucho, que la cosa no va por ahí...

El hecho en cuestión es que yo ODIO LOS DOMINGOS.

Porque es el día en que el espítitu de Felipe, el amigo de Mafalda, se apodera de mi ser... Y dejo de ser quien soy para convertirme en una mezcla peligrosa de neurótica ambulante con psicopata ezquizoide con cierto gusto por el sufrimiento propio y ajeno. O sea, que me entra una angustia... que me vuelvo sadomasoquista... Pero llevando el placer a un terreno de sublimación intelectual, eh?

Para mí los domingos no son días normales. Dice Eros Ramazzotti en Dime qué día es: "pero los domingos me da pánico, pero los lunes son más trágicos". Y eso es lo peor de los domingos, que al día siguiente es lunes, cuando todo el enfrentarse a un mundo vuelve a empezar... Peleas con los jefes o profesores, trabajos que tienes que entregar, gente con la que tienes que hablar...

Sencillamente destesto los domingos. Evito hacer cualquier cosa importate ese día. Evito verme con la gente que quiero ese día.
Me he distanciado de muchas personas a las que amo sincera y profundamente, sólo porque el único día en que podemos vernos son los domingos. A veces me toca aguantar los chaparrones de quejas: "esa manía tuya...", y caras llenas de las ganas de contarme, las ganas de saberme.
Pero en general, entienden. Los que realmente importan suelen tener, a pesar del dolor, una tendencia instintiva hacia la compresión...

Que los domingos NO.

Y... No sé... Los domingos son los días para pasarlos en familia. Solo la gente con la que tienes una confianza demasiado grande. O la gente a la que no le tienes confianza pero que no puedes evitar. O sea, la familia.

Los domingos son los días para terminar de afinar los asuntos que dejaste pendiente por la resaca del viernes, y la del sábado. Terminar con las tareas interminables. Son los días para los compromisos. Para hacer las cosas que no te gusta hacer. Ir a la iglesia (cualquiera que sea tu religión), visitar a los parientes, ir a la casa de la novia...
Terminé con un tipo que pretendía visitarme en mi casa los domingos. Digo, estaba en proceso de tener "algo" con el sujeto... El primer domingo, vaya y pase, mientras no sea costumbre... Luego toda la semana sin saber de él... y vuelta el domingo siguiente a visitarme... "Qué te pasa, cabrón? Acaso crees que me voy a casar contigo?" No, que va... Yo solo quería sexo... Cosa que dificilmente iba a pasar en mi casa un domingo...

Los domingos te despiertas, te arreglas rapido en el baño y te vas para tu casa, a terminar de dormir lo que no dormiste, a matar el hambre que no se puede saciar de otro modo que comiendo en ropa interior, depués de un profundo duchazo, mientras te preguntas... No, mejor no te preguntas nada.

Son días para echarte en el sofa y mirar las comiquitas o dibujos animados. Para mirar las películas viejas en la televisión.

Los domingos eran los días del "perico" (huevos revueltos con tomate y cebolla), del pan sobado o francés, del jugo de naranja y el periódico. Eran los días en que desayunabas a mediodía, e invariablemente la comida te caía mal... Pero igual tenías que sentarte a terminar la tarea. 5 horas después, tú seguías con la mirada en los putos libros del coño, mientras el viejo veía la película de vaqueros y a cada rato interrumpían las carreras de caballos. Y a tí te dolía el estomago, porque el puto alcaselser no había hecho efecto, pero seguías con una puta hambre que no se podía saciar...
Eran los días en que Madre se perdía en algún lugar lejano, entre la cocina y su cuarto, a medio camino de las tareas y los libros, evitando al viejo, evitando las peleas inevitables, nacidas del exceso de amor y la falta de comunicación. El viejo se metía en sus "pulp fiction stories", evitando la frustración de no poder comunicarse con tantas mujeres que lo adoraban, y como estaba metido en sus libritos marrones en inglés, no lo perturbaba la vendita señal de "partida" y la voz de Ali Khan...


Una noche miraba una película con mi padre. Era una historia de los '70, un chico que tenía un hermano con deficiencias, y hacía todo lo que podía por ayudarlo. Estabamos sentados el viejo y yo juntos en el sofá, seguramente acaba de abrazarlo y nos quedamos viendo la pelí... De pronto la cercanía se hizo demasiado incomoda, y yo me hundí en el asiento al tiempo que el viejo se echó hacia adelante. Me subí la franela hasta la cara, tratando de secar disimuladamente con el borde las estúpidas lagrimas que se me acaban de escapar. Yo era muy llorona, y el viejo siempre me molestaba por eso.
Haciendo acopio de un valor extraordinario, mire hacia donde él estaba, para comprobar que no me había visto llorar. Ya dije que él se había hechado hacia adelante. No vi su rostro, solo el perfil, la pata de los lentes sobre su oreja y algo que brillaba resbalando...
¡¡¡EL VIEJO ESTABA LLORANDO!!!
Él, que siempre se metía conmigo, que siempre me fastidiaba por mi excesiva "sensibilidad"... Estaba llorando.
Supongo que me hice la loca y me levanté. No recuerdo bien, excepto que por un momento me quedé inmovil, temerosa de romper el momento, de que viera que yo lo había visto. Un terror cercano a la muerte me invadió.
No recuerdo como se secó la lagrima. Solo tengo grabada esa imagen -la pata, el perfil, el brillo de la lagrima- como si me la hubiesen impreso en el alma con hierro caliente.Nada volvió a ser lo mismo, ni esa noche ni las siguientes... Aunque yo me empeñara en actuar como si no lo hubiese visto llorar...




No voy a masticar esto.
Allí está y eso es todo.
Porque aunque lo mastique e intente digerirlo, hoy es un puto domingo.
Y no hay alcaselseres para el alma.


No voy a decirte nada más, excepto que odio los domingos.

¿Entiendes?

1 comentario:

Anónimo dijo...

TIENES RAZÓN LSO DOMINGOS SON PARA VER PELI Y NO HABLAR, NI JODER, BUENO JODER SÍ JIJIJI